martes, 11 de diciembre de 2018

“Brasas de Agosto” de Luis Mateo Díez



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No suelo leer mucha literatura española si me sacan de los clásicos y cada vez que lo hago sufro una decepción.
Siempre que viajo al extranjero, a modo de ritual, me doy de alta en la biblioteca de la ciudad en la que estoy y me compro algún libro en español, a ser posible su autor también. Esta vez la ciudad era Berlín y uno de los libros que me compré fue éste. En una librería regentada por un español, Álvaro, nacido en Yecla y que está empadronado en Almansa. La librería mejor surtida de libros españoles que hasta ahora he podido ver en el extranjero de habla no hispana, incluida las ciudades de New York, París y Londres.
Yo he visto pasear el nombre de este autor por infinidad de revistas y suplementos culturales de nuestro país. Ha recibido premios y siempre hacia él he notado un respeto uniforme por parte de los críticos que lo han reseñado. Así que me compré este volumen de cuentos. Lo he terminado y la consideración más insistente que me ha venido a la mente ha sido: ¡Qué daño ha hecho a nuestro país la dictadura franquista! Se ve en cada aspecto, en cada rincón de nuestra sociedad, en los comportamientos, en las actitudes. Y se ve en la temática de este libro. Ya sé que la dictadura acabó hace cuarenta años pero sus efectos perniciosos tardaran en diluirse en el magma del tiempo.
Voy a poner un fragmento de un cuento:

  “….un hombre atrincherado en la cuarentena, sabedor de que en las malvas plateadas de sus sienes hay ciertas vecindades con el agostamiento del capítulo sentimental, donde las hierbas grises imponen su inminencia al otoño de los corazones…”

¿Lo han leído? Pues así todo el libro, así todos los cuentos, más o menos. Una prosa impecable, de un léxico riquísimo, de una variedad de juegos literarios inagotable, donde todas las figuras literarias tienen su momento.
Lo he leído como acostumbro a leer a Gabriel Miro, deleitándome en la prosa y obviando absolutamente el fondo, es decir la historia. Los cuentos. Porque salvo uno en el que se cuenta la burla a un profesor caduco y en el que asoma una cierta modernidad todos podrían ser cuentos de principios del siglo XX o finales del XIX, siendo que este libro se publicó, asómbrense ustedes, ¡en 1989!... ¿Quién escribe ahora así? cuando ya Borges, Cortázar, Onetti y toda la banda del boom sudamericano había explotado y Cheever había muerto.
¿Cómo un escritor tan bien dotado a finales del siglo XX escribe con una perspectiva de los temas propias del costumbrismo de Galdós o el mentado Miró?
Sus historias huelen a naftalina, alcanfor, jofaina y orinal. Y a rincones de sacristía. A oficinas de funcionarios carpetovetónicos, contemporáneos de la Tía Tula.
No tengo la menor duda del valor sociológico de muchas de las manifestaciones culturales de este país como restos arqueológicos de una época falta de libertad, de aire fresco de otras latitudes y del apocamiento y la mustiez de muchos de nuestros artistas.
Juan Goytisolo se escapó y ahora veo en estos cuentos el daño que su literatura podría haber sufrido.
No sé si Luis Mateo Díez se siente autor agraviado, perjudicado y por lo tanto con derecho a indemnización por haberle impedido respirar un aire más rico que a buen seguro hubiera hecho que su literatura  no recordara a la de Clarín.
Y es que hoy en día la literatura funciona de otra forma. Por ejemplo,
Leyendo el cuento que precisamente lleva el título del libro, “Brasas de agosto”, yo recordé un cuento de Carver, que también va de llegar a una ciudad de visita, un cuento con el que yo vibré, me quedé con la boca seca al terminarlo. ¿Por qué? Porque mientras Carver escribía una prosa mínima, al servicio de la historia, con personajes a pie de calle que nos emocionaban, Luis Mateo Díez con una prosa excesiva ahoga la historia y los personajes se nos hacen caricatura, increíbles.
Alguien podrá decir que es cosa de este autor…pero no, no lo es, hay más. Escritores y escritoras de una riqueza léxica envidiable, de unos recursos inagotables pero que no han sido capaces de enganchar ese virtuosismo con la temática actual… muchos de ellos sumidos en las eras, las calles con sereno y los portales dándose refriegas en tardes de toros y de futbol. Cuarenta años estancados. Ahora costará coger el ritmo.
Este libro. Para leer sólo en caso de padecer de sibaritismo.

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