Ocultar la existencia
de este libro
y que se lea cuanto
menos mejor
debe ser un deseo
oculto
y muy presente en
algunos
de los protagonistas
del mismo.
Se entiende.
Yo mismo.
Yo, que soy un asiduo deglutidor de suplementos culturales
de los diarios, de revistas literarias y
todo lo que tenga que ver con arte y cultura, nunca había oído hablar de
Gregorio Morán hasta que salió a la luz este libro. Y fue más por la algarabía
que se montó alrededor de él que porque algún crítico, periodista u oficiante de parecida profesión hiciese un
análisis de lo que en el libro se mostraba. Eran más bien voces indignadas que
se defendían o que atacaban al autor. Y como el tema parece que se vertebraba
alrededor de Jesús Aguirre,
berlanganesco marido de la Duquesa de Alba, pues no le presté más atención.
Aunque debo decir que por los nombres que agredían y por las razones que se
argüían me quedé con el nombre del autor.
Y hete aquí que un sábado me encuentro su nombre en las
páginas del principio de La Vanguardia bajo el epígrafe de “Sabatinas
intempestivas” y dentro un artículo de opinión y… caí rendido. Sentí en el alma
esa gratificante sensación de frescura que se siente cuando en la sierra se
respira a pleno pulmón o cuando te metes en la boca un caramelo de menta o
eucalipto. Llevaba un tiempo abandonado por Juan Goytisolo, Rafael Sánchez
Ferlosio, ya mayores y sin duda agotados por tanta sinrazón y amiguismo y
estaba echando en falta, sin darme cuenta, a alguien para no sentir que este
país definitivamente estaba perdido. Y
me encuentro con Gregorio Morán.
Un periodista que no sólo escribe bien si no que a
diferencia de Goytisolo y Ferlosio está hecho a la arena más sangrienta y que
no cede ante eso que se llama buen gusto y conveniencia si para practicar ambas
“virtudes” hay que sacrificar la verdad. Porque la verdad, aunque parezca
mentira es mucho más objetiva de lo que parece, y Morán trata de que Daniel
Sada no tenga razón. Quiere que la verdad se sepa, aunque parezca mentira, y no
duda en repartir mandobles a derecha e izquierda, nunca mejor dicho, de este
bendito país. Mandobles siempre justificados a mi modo de ver. Así que ahí
estoy cada sábado amorrado a sus gozosas sabatinas. ¡Ah, que aire más fresco!
Larra redivivo.
Pero aún no había llegado al libro. Leí su crónica sobre el
camino de Santiago y algún libro que tenía a bien aconsejar, hasta que en una
sesión del club de lectura de la biblioteca municipal del pueblo en el que
resido y con motivo de la lectura de “Anatomía de un instante” de Javier Cercas
vi que el bibliotecario había dispuesto sobre la mesa una serie de libros y
entre ellos éste. Me dije, eso quiere decir algo, así que me lo llevé. Y lo he
leído.
Yo ya sabía, dada mi edad y mi curiosidad y mi olfato, que
este país huele fatal, a podrido, que de este país es muy difícil sentirse
orgulloso, sólo hay que ver lo que está pasando con la corrupción. Es necesario
verlo. Para eso hay que mirar. Algo a lo que muchos ciudadanos se resisten, sobre
todo esos millones que siguen votando a los partidos de siempre. Es necesario,
pero no suficiente. Hay más. Mucho más. Y eso es lo que trata de mostrarse en
este libro.
Gregorio Morán en este recorrido se erige en el Virgilio que
acompaña al lector por este purgatorio que ha sido España desde que se acabó la
Guerra Civil, incivil la llama el egocéntrico y corcho a prueba de todo
hundimiento, Luis María Ansón, hasta ahora, y lo que te rondaré morena, aunque
la circunscriba a los años que van desde 1962 hasta 1996 y se ciña fundamentalmente
al mundo académico-cultural con toques sabrosones de política y picantones de
economía. Es muy fácil hacer una extrapolación y pasar de la RAE al Congreso,
de la política de premios literarios y
merecimientos varios al mundo del enchufismo y padrinazgo vergonzoso en general
en el que estamos sumidos. Muy fácil. Casi te resbalas sin darte cuenta para
salir de la charca cultural en la que pasan cosas como que le den el premio
Cervantes a un escritor que ha repartido su vida entre Francia y Marruecos, porque como pájaro que es, no ha
podido en nido tan sucio poner sus huevos, nido que a su pesar no ha ensuciado
él, para caer en el mar de mierda en el que los tres partidos más votados de
este país, PP, CiU y PSOE, por orden de acumulación de basura, se han
conchabado para en complicidad con el poder económico y empresarial robar a
todo bicho viviente.
Te dices, si en el tema de yo soy más listo que tú y la
tengo más larga ha pasado lo que dice Gregorio Morán, y debe haber pasado
porque el Sr. Morán no escatima bibliografía, cómo no va a haber pasado lo que
contemplamos a diario en las noticias si de dinero, lujo, fama y poder se
trata. Todo cuadra.
Se podrá estar más o menos de acuerdo en la forma
destemplada, a veces insultona e inasequible al desaliento en ese afán de poner
adjetivos casi siempre despreciativos a todo el que pasa cerca de su pluma, que
a mí personalmente me llena de gozo, del
Sr. Morán, pero no se le puede negar que nada es calumnia, que todo parece
cierto y que la verdad siempre se agradece. Un libro que debería leerse en los
institutos y universidades sobre todo con la sana intención de que los hechos
narrados en él no se repitan cuando esos jóvenes lectores sean adultos y tengan
en sus manos el destino de otros seres o el suyo esté en manos de esos mismos
seres. Y no por eso de “arrieros somos y en el camino nos encontraremos” si no
por lo otro de “no jodas a los demás como no te gustaría que te jodiesen a ti”.
Hay excepciones pero no deben ser la regla.
Yo le agradezco a
Gregorio Morán que haya abierto en canal el cuerpo cultural de este país y haya
ampliado mi conocimiento del porqué la podredumbre que padecemos cuesta tanto
de quitar. Abrir y airear nunca ha sido malo.
Un libro apasionante.
Poca algarabía se
montó para lo que cuenta.
La opinión de Víctor García de la Concha sobre el libro, por
poner uno, debe ser de aúpa (icono de cara pillina con ojo guiñado o jiñado)
Que el Sr. Morán llegue a ser alguna vez académico de la RAE
sería una prueba incontestable de que Dios existe. Y de que a la RAE llegan los
que escriben bien, recto y con verdad… ¡Ah! y que tratan de vivir igual, se me
olvidaba. Así a la alta capacidad artística tan fácil de disimular se le
añadiría la simple humanidad, en el buen sentido de la palabra, tan difícil de
mantener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario