Antes de nada volver a evidenciar
mi falta de empatía con los que se encargan de traducir los títulos de las
películas extranjeras.
Ésta se titula en inglés “Hell or
high water”, que literalmente es “infierno o agua caliente, hirviendo”, pero
que en cualquier traductor de internet te explican que es una expresión hecha
que viene a decir, “contra viento y marea” “que venga lo que sea””de perdidos
al río” y expresiones por el estilo. Cualquiera hubiera valido, viendo el
argumento del film, una especie de “thelma y louise” o de “bonnie and clyde”,
pero no, le ponen el título de Comanchería, con intención de relacionar,
supongo, la historia que se narra con
los míticos indios comanches y su salvajismo, por lo menos cinematográfico.
Bueno, creo que es equivoco y confuso. Sólo aparece
un indio y es policía. Glup. A veces las intenciones comerciales le hacen más
mal que bien a una obra de arte.
Dicho esto, estamos ante otra obra
cinematográfica perfecta del cine americano.
Jeff Brigdes está impecable, arma un
personaje contundente, complejo, que como esos héroes solitarios que a fuerza de
vivir se han elaborado su propio perfil del mundo y en base a él actúan, sin
perder de vista la compasión, tan pronto bromea con su compañero en unos diálogos
surrealistas como le pega un tiro a alguien como si de una pieza de caza fuera
y se queda con todo el dolor de su corazón, tan tranquilo. No se podía hacer
otra cosa. Eso y que se pasa toda la película leyendo lo próximo que harán los
atracadores. Nadie entiende a alguien tan bien si no comparte con ese alguien
algo más que la especie. Sin embargo quiere hacer justicia. Porque sabe que si
deja de haberla, todos lo pasaran peor.
Los demás actores siguen la estela
con la solvencia y maestría acostumbrada de los secundarios americanos. A cada
cual mejor. El guion ajustado a la acción y lleno de matices, pleno. Podemos
ver a los USA profundos, de pueblos destartalados, oficinas de bancos que parecen
barracas, historias familiares llenas de derrota y amargura. Donde las armas se
llevan encima como aquí un paquete de tabaco o donde tras un atraco los vecinos
del pueblo salen en persecución de los atracadores como en los viejos tiempos
del Far West.
Esta película está imbuida de la
vieja filosofía de la vida: Allí donde la Justicia no llega, si vas a ir, ve
preparado.
Hay dos momentos álgidos de la
película para mí. Me dio escalofríos ese disparo despiadado que deja a un
hombre seco, no muerto, como si fuese un bisonte, precisamente en el momento en
que más bisonte y poderoso se cree. Me acordé de la forma más espeluznante de
morir que he visto en cine, Terciopelo Azul. Y la posterior celebración. Todo
un ejemplo de lo que puede valer una vida. Y es que en EEUU todas las vidas no
valen igual, como se encarga de explicar el ránger.
Y la otra sobre la epidemia que
supone ser pobre y al manera de erradicarla que se marca el hermano “bueno y
listo” de la historia al final.
Y sólo un pero. Es una patada en la
dinámica de perdedores que alimenta la película que alguien que durante toda la
proyección ha ido sin afeitar, sucio y desharrapado, al final tras conseguir el
triunfo aparezca impoluto, afeitadísimo y muy satisfecho. Con todo lo que le ha
pasado. Un poco de comedimiento en la evolución del personaje hubiera impedido que
a algunos se nos acabara la película antes del final.
Claro que cuando he salido y le he
preguntado a mi hija que le había parecido la peli y me ha dicho que el actor
era guapísimo lo he entendido. Esos afanes comerciales.
Y si yo hubiera tenido algo que decir
en esta película hubiera puesto algo de Bob Dylan o Neil Young. El cuerpo me lo
pedía.
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