viernes, 21 de octubre de 2016

“Elle” de Paul Verhoeven (2016)



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De las películas de Paul Verhoeven, algunas convencionales hasta lo más habitual y  hoolywoodiense que uno pueda imaginar, ésta es con mucho la más intranquilizadora y por lo tanto enriquecedora que ha dirigido hasta el momento. Además entra en el grupo de las inequívocamente amorales en las que lo único que tiene validez es la fortaleza interior para sobrevivir en un mundo en que todo, incluida justicia y compasión, es anecdótico. Todo menos sobrevivir. Mandato sagrado. Contra todo y contra todos. La vida convencional, con sus pilares, la familia, la justicia, etc., etc., saltan hechas cisco.

La protagonista, Isabelle Huppert ha entendido perfectamente lo que se esperaba de ella y lo borda, fue colocada en su niñez en una situación de desprotección, desvalimiento y abandono, que nunca queda clara en el film, que para siempre le dio una perspectiva de la vida muy poco corriente y sobre todo nada influenciable: Lo que no te mata te alimenta pero lo que no te aniquila te convierte en un ser humano blindado que no hace asco a nada que pueda satisfacerla. La moral se convierte en un grupo de normas para colegiales y todos los lazos emocionales que puedas construir carecen de futuro, esperanza y fiabilidad….pura naturaleza.

Pues esta protagonista sufre un asalto en su casa y es violada. Lejos de acogerse a las reacciones típicas de esas situaciones, contemplamos intrigados y un tanto excitados, durante dos horas y pico, la existencia de esa “victima”  que nos es expuesta con todo detalle. Una existencia que no se ve alterada por el hecho en lo más mínimo por la simple razón de que el picotazo de una avispa en la piel de un elefante pues….ni cosquilleo. Aunque ella tiene deseos de saber quién puede haber sido el asaltante. ¿Para qué?

En ese paraqué Paul Verhoeven se mueve como pez en el agua. Es cruel, impredecible, irónico, cínico…vamos, muy entretenido. Teje una narración que cuelga permanentemente de la expresión de Isabelle Huppert que cual cicerone nos va guiando por la historia sin dejar en ningún momento de intrigarnos. Y de ni tan siquiera al final del film dejarlo todo meridianamente claro… ¿O sí? No lo sé, pero no tiene la menor importancia. En el escenario que ha tejido el director, dónde  va la vida y si se comen perdices o no, carece de importancia. Lo imprescindible es el banquete que nos hemos dado.

Una de las constantes de estas películas inquietantes de Verhoeven: “El cuarto hombre”, “Instinto Básico” es que los hombres son todos unos pringados, unos mandilones. No sé si tomármelo a bien, un mundo de mujeres fuertes sería así de desangelado, o mal, en un mundo tan equivoco como este del film los hombres no tienen nada que hacer si no padecer, débiles y predecibles.

De todas formas hay que ir a ver la película. Hay mucha enseñanza…se tenga aptitud para ello, o no.

Y una moraleja: Si vas de fiesta y hay algún extra en el espectáculo, encárgate de que todo el mundo que asista esté enterado porque si no puede ser que algún despistado te la joda.

O eso me ha parecido que quería decirnos Paul Verhoeven.


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