“Elle” de Paul Verhoeven (2016)
De
las películas de Paul Verhoeven, algunas convencionales hasta lo más habitual
y hoolywoodiense que uno pueda imaginar,
ésta es con mucho la más intranquilizadora y por lo tanto enriquecedora que ha
dirigido hasta el momento. Además entra en el grupo de las inequívocamente
amorales en las que lo único que tiene validez es la fortaleza interior para sobrevivir
en un mundo en que todo, incluida justicia y compasión, es anecdótico. Todo
menos sobrevivir. Mandato sagrado. Contra todo y contra todos. La vida
convencional, con sus pilares, la familia, la justicia, etc., etc., saltan
hechas cisco.
La
protagonista, Isabelle Huppert ha entendido perfectamente lo que se esperaba de
ella y lo borda, fue colocada en su niñez en una situación de desprotección, desvalimiento
y abandono, que nunca queda clara en el film, que para siempre le dio una
perspectiva de la vida muy poco corriente y sobre todo nada influenciable: Lo
que no te mata te alimenta pero lo que no te aniquila te convierte en un ser
humano blindado que no hace asco a nada que pueda satisfacerla. La moral se
convierte en un grupo de normas para colegiales y todos los lazos emocionales
que puedas construir carecen de futuro, esperanza y fiabilidad….pura
naturaleza.
Pues
esta protagonista sufre un asalto en su casa y es violada. Lejos de acogerse a
las reacciones típicas de esas situaciones, contemplamos intrigados y un tanto
excitados, durante dos horas y pico, la existencia de esa “victima” que nos es expuesta con todo detalle. Una
existencia que no se ve alterada por el hecho en lo más mínimo por la simple
razón de que el picotazo de una avispa en la piel de un elefante pues….ni
cosquilleo. Aunque ella tiene deseos de saber quién puede haber sido el
asaltante. ¿Para qué?
En
ese paraqué Paul Verhoeven se mueve como pez en el agua. Es cruel,
impredecible, irónico, cínico…vamos, muy entretenido. Teje una narración que
cuelga permanentemente de la expresión de Isabelle Huppert que cual cicerone
nos va guiando por la historia sin dejar en ningún momento de intrigarnos. Y de
ni tan siquiera al final del film dejarlo todo meridianamente claro… ¿O sí? No
lo sé, pero no tiene la menor importancia. En el escenario que ha tejido el
director, dónde va la vida y si se comen
perdices o no, carece de importancia. Lo imprescindible es el banquete que nos
hemos dado.
Una
de las constantes de estas películas inquietantes de Verhoeven: “El cuarto
hombre”, “Instinto Básico” es que los hombres son todos unos pringados, unos
mandilones. No sé si tomármelo a bien, un mundo de mujeres fuertes sería así de
desangelado, o mal, en un mundo tan equivoco como este del film los hombres no
tienen nada que hacer si no padecer, débiles y predecibles.
De
todas formas hay que ir a ver la película. Hay mucha enseñanza…se tenga aptitud
para ello, o no.
Y
una moraleja: Si vas de fiesta y hay algún extra en el espectáculo, encárgate
de que todo el mundo que asista esté enterado porque si no puede ser que algún
despistado te la joda.
O
eso me ha parecido que quería decirnos Paul Verhoeven.
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