martes, 27 de septiembre de 2016

“Déjame entrar” de Tomas Alfredson (2008)



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He visto muchas películas de vampiros, incluida aquella tan divertida de Polanski, y debo decir que esta es la que más me ha gustado. Claro que igual es porque no es tan de vampiros como parece o por lo menos no de vampiros de la Transilvania rumana.
Dos temas sostienen la historia que en este film se nos narra. Dos temas que se tocan: El acoso escolar y la imposibilidad de encajar en la sociedad. Y el acierto es el conseguir que uno de los temas sea el grano que supura del otro.
A una persona que sufre acoso le resulta imposible acomodarse al entorno aunque el rechazo no es total. Sólo un grupo de acosadores vertebran ese aislamiento y el resto, o no se entera, o no quiere enterarse, o enterado no puede hacer nada. ¿Qué sucede entonces? Pues puede suceder que el acosado hasta llegue a suicidarse. Ha habido unos cuantos. En la película no sucede eso porque nuestro protagonista acosado se encuentra con un aliado que ya se “suicidó”, que ya no forma parte de la humanidad y que por lo tanto está como suele decirse vulgarmente “de vuelta”. Sin posibilidades de reintegrarse entre los humanos, sin esperanza y sin deseos conmueve ver a este ser de “los infiernos” caer rendido ante la bondad y la inocencia que muestra el joven acosado.
Pero con todo y estar el guión muy trabajado es de destacar la gran labor de escenificación de la historia que transcurre en el barrio desangelado y deshumanizado de una gélida ciudad ¿sueca? en el que las relaciones humanas son primarias cuando no inexistentes y en el trabajo realizado con los personajes, algunos patéticos, y que encuentra su cenit en la torpeza del acompañante de la niña vampira que una y otra vez fracasa en el intento de llevarle sangre fresca a ¿su hija?, hasta que al final termina como cualquier padre impotente ante la demanda de sus hijos sacrificándose él mismo. Como la vida misma. Y no la de los vampiros. Hay mucha gente chupando sangre ahora mismo, aunque sea de día.
El gran éxito de esta película como de otras obras de arte que han perdurado es la múltiple lectura que se puede hacer de la historia y el valor simbólico de lo que en ella sucede. Dejen que los conceptos de vampiros y humanos fluctúen y verán como la riqueza de significados crece.
La banda sonora que podía tener esas resonancias de los bosques de Drácula se mueve en el tono sosegado de la historia cotidiana y a veces romanticona de nuestra vida. Para que no nos despistemos demasiado.
El permiso que necesita la niña vampiro para entrar en cualquier casa, tradúzcase cualquier intimidad, es un aviso de lo poco que respetamos lo más intimo de cada uno y las consecuencias de actuar sin ese permiso…..muy ilustrativas.
Una gran película porque no es lo que parece y sugiere mucho más de lo que muestra.

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