A estas alturas de la película, nunca mejor dicho, que es la
trayectoria cinematográfica de Woody Allen, le cuesta mucho a este degustador
de sus historias sentirse sorprendido. De una manera u otra él vuelve a sus obsesiones
de siempre.
Tampoco hace gran cosa por variar. Actualmente es un
artesano del cine más que un artista. Como aquel pintor que ha encontrado unos
motivos y una paleta de colores en la que se siente a gusto, Woody Allen se
mueve entre el thriller reflexivo y sardónico, un poco golfo, el romanticismo
de ensueño y cínico y la disparatada fantasía que no quiere ser creída si no
saboreada, sin salir de ahí…eso sí todo aderezado con una mala baba que a duras
penas, aún hoy, después de tanto oficio es incapaz de controlar. Le sale por
todos los poros de la imaginación.
Hace unos días leía en un medio de comunicación una
entrevista deliciosa en la que expresaba su aburrimiento con las películas que
hace y como sin acabarlas de montar ya está pensando en la siguiente y harto de
la que aún no ha acabado. Se quejaba de que las productoras aceptaban todo lo
que presentaba y que lo que estaba haciendo con Apple no le merecía mucha
confianza. Típico del artesano.
Esta película no es de las mejores ni de las peores, eso va
a ser difícil de lograr después de la españolada con Bardem y compañía, y
arranca con una puesta en escena poco natural, muy de teatro y con personajes
rozando el cartón piedra a pesar del buen hacer de los actores. Es como una
especie de escaparate, antesala de la tienda, con diálogos casi leídos y
actitudes de teatro de mascara. Eso es algo que siempre ha estado en algunas
historias de Woody Allen, recuérdese que tiene una peli en la que los actores
salen de la pantalla. “La rosa purpura de El Cairo”, de 1985, 30 años han
pasado.
Todo este preámbulo viene a ser como la ganga que acompaña
al mineral buscado y así se entiende cuando vemos al atribulado y poco creíble
profesor de filosofía, por cierto que no hubiera estado de más contactar con un
ayudante de guión un poco puesto en las profundidades filosóficas para hacer
más creíbles los diálogos bastante sacados de una ojeada una tarde de lluvia a
una enciclopedia de filosofía, cuando vemos, decía, al profesor encontrar un
sentido a su vida en el más puro estilo woodyallenano, la mala baba de la que
hablaba. En este punto el film empieza a funcionar y ofrece alguna esperanza de
ir hacia algún lugar desconocido y sorprendente…que es lo que siempre se busca
cuando se va al cine, pero sólo es un atisbo porque ahí se queda. Dónde siempre
están algunas de las películas de Woody Allen… en un artefacto ingenioso,
divertido, acido….ya demasiado visto.
No es un mal “woodyallen” este film pero tampoco nada nuevo.
Algo que se comprende si contamos con que fabrica uno cada año… mucho me temo
que bastante mecánicamente. Igual debía tomarse un descanso.
Una cosa me ha intrigado, a unos créditos ya típicos de sus
películas, le ha añadido una banda sonora muy intranquilizante: Música festiva
de jazz para nuestros oídos cuando en el desarrollo contemplábamos las
evoluciones y reflexiones de un asesino disparatado y amoral. ¿Quiere decirnos
algo terrible el Sr. Allen?
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