jueves, 17 de septiembre de 2015

Un día perfecto de Fernando León de Aranoa (2015)



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Vaya por delante que a los pocos años de aparecer el fenómeno ONG me di cuenta y caí en la certidumbre de que estas organizaciones eran una coartada perfecta para Occidente en su labor de pillaje y explotación del Tercer Mundo. Algo por lo que he sido muy criticado. Pero el resultado está ahí: Enorme cantidad de recursos y de voluntarios entregados a causas justas y loables que no han conseguido transformar nada de lo que ha ido sucediendo. Si ese esfuerzo se hubiese dirigido a exigir a los Estados de este Primer Mundo un trato justo y equitativo con estos países pobres: Nada de venderle armas, nada de darle créditos sin control y sobre todo nada de aprovecharnos de sus recursos. Quizás todo hubiese sido diferente. Aunque tampoco lo tengo muy claro.
Llegados a este punto de la discusión siempre tenía que escuchar,
-Bueno pues al menos las oeneges que actúan consiguen algo: Crean escuelas, hospitales, ayudan a los perseguidos… etc., etc.
Ahí lo dejamos y nos vamos a nuestras casas a dormir y hasta la próxima.
No sé cuál ha sido la intención del director al hacer la película pero de algo estoy seguro: Las ONGs pueden respirar tranquilas, pues la artificiosidad del film hace que su crítica no sea tan desbastadora como se podía esperar al darse uno cuenta de que lo único que consiguen en el transcurso de la historia estos entregados miembros de una ONG es conseguirle su balón a un niño que luego hará con él algo muy humano.
Entre medias, idas y venidas de todoterrenos por paisajes increíblemente salvajes y agrestes, de una belleza intimidatoria; intrigas internas de la propia ONG; enfrentamientos con los ejércitos, hasta con el propio; y una aburrida y repetida perspectiva yanqui del film. Yanqui en el manejo de los personajes, encantadores y por encima del bien y del mal, con sus chistecitos incluidos y yanqui en la perspectiva de la elección de los personajes, que hace que el casting sea totalmente inadecuado para lo que se quiere contar.
De los personajes me han quedado dos cosas. De ellos, los encarnados por Tim Robbins y Benicio del Toro, la dentadura tan blanca y perfecta que lucen en sus sonrisas. ¿Nadie se dio cuenta de que dos voluntarios, sobre todo Tim Robbins que parece que vive de proyecto de ONG en proyecto de ONG, no pueden lucir una dentadura de ejecutivo de Madrid, aficionado a la comida sana y al ejercicio diario con visita mensual a su odontólogo? Y de ellas, lo guapa y sexis que son. Yo, si fuese una voluntaria de las de verdad, pondría una queja.
Dos actores de carácter, no tan glamurosos, y dos actrices una gorda y otra un poco feúcha le hubiesen dado a la historia más realismo. Y hubieran salido más baratos. Y no sé qué pinta un actor como Sergi López en un papel de 5 minutos. Con alguien desconocido, mejor. La historia no se hubiese distraído.
Claro, dirá alguien, es que el cine es un negocio. Ya. Y un arte. Y si no ahí está “Familia”, la maravillosa película que sobre la soledad hizo el mismo director. Una película cuyo recuerdo hoy todavía me pone los pelos de punta. Juan Luis Galiardo se hizo eterno.
¿Y las miraditas de Benicio del Toro? ¿Miraditas de estar más allá de todo? Cansan.
Al final, en conjunto, vislumbramos lo mejor del film. Cada día que pasa y que nos permite ir a acostarnos es un día perfecto. Las estupendas imágenes del final con la voz de Lou Reed, en agradecimiento por su “Perfect Day” y ese enigmático “Uno recoge lo que ha sembrado” de su canción, que  FLA parece querer ampliar a “Uno recoge lo que vete tú a saber quien ha sembrado”, de fondo, repasando todos y cada uno de los hechos acaecidos durante el transcurso del metraje, es el acertado paraguas sobre el que se recoge una película a la que Fernando León de Aranoa no le ha cogido el punto. Aunque estuvo a punto.
 Y como estos hechos, buenos, malos, como se les quiera calificar terminan pasando sí o sí. Porque hay una fuerza resultante de incierto resultado siempre, compuesta por infinitas fuerzas proveniente de infinitos designios, recovecos e intenciones imposibles de domeñar, cambiar de dirección o contravenir. Sobrevivir es lo que hacemos cada día….hasta que llegue el día en que si pudiéramos decir algo todo tendría que ser conjugado en imperfecto.
¡Ah, y la lluvia, que parece que todo lo limpia! O lo embarra.

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