Vaya por delante que a los pocos
años de aparecer el fenómeno ONG me di cuenta y caí en la certidumbre de que
estas organizaciones eran una coartada perfecta para Occidente en su labor de
pillaje y explotación del Tercer Mundo. Algo por lo que he sido muy criticado.
Pero el resultado está ahí: Enorme cantidad de recursos y de voluntarios
entregados a causas justas y loables que no han conseguido transformar nada de
lo que ha ido sucediendo. Si ese esfuerzo se hubiese dirigido a exigir a los
Estados de este Primer Mundo un trato justo y equitativo con estos países
pobres: Nada de venderle armas, nada de darle créditos sin control y sobre todo
nada de aprovecharnos de sus recursos. Quizás todo hubiese sido diferente.
Aunque tampoco lo tengo muy claro.
Llegados a este punto de la
discusión siempre tenía que escuchar,
-Bueno pues al menos las oeneges
que actúan consiguen algo: Crean escuelas, hospitales, ayudan a los
perseguidos… etc., etc.
Ahí lo dejamos y nos vamos a
nuestras casas a dormir y hasta la próxima.
No sé cuál ha sido la intención del
director al hacer la película pero de algo estoy seguro: Las ONGs pueden
respirar tranquilas, pues la artificiosidad del film hace que su crítica no sea
tan desbastadora como se podía esperar al darse uno cuenta de que lo único que
consiguen en el transcurso de la historia estos entregados miembros de una ONG
es conseguirle su balón a un niño que luego hará con él algo muy humano.
Entre medias, idas y venidas de
todoterrenos por paisajes increíblemente salvajes y agrestes, de una belleza
intimidatoria; intrigas internas de la propia ONG; enfrentamientos con los
ejércitos, hasta con el propio; y una aburrida y repetida perspectiva yanqui
del film. Yanqui en el manejo de los personajes, encantadores y por encima del
bien y del mal, con sus chistecitos incluidos y yanqui en la perspectiva de la
elección de los personajes, que hace que el casting sea totalmente inadecuado
para lo que se quiere contar.
De los personajes me han quedado
dos cosas. De ellos, los encarnados por Tim Robbins y Benicio del Toro, la
dentadura tan blanca y perfecta que lucen en sus sonrisas. ¿Nadie se dio cuenta
de que dos voluntarios, sobre todo Tim Robbins que parece que vive de proyecto
de ONG en proyecto de ONG, no pueden lucir una dentadura de ejecutivo de
Madrid, aficionado a la comida sana y al ejercicio diario con visita mensual a
su odontólogo? Y de ellas, lo guapa y sexis que son. Yo, si fuese una
voluntaria de las de verdad, pondría una queja.
Dos actores de carácter, no tan
glamurosos, y dos actrices una gorda y otra un poco feúcha le hubiesen dado a
la historia más realismo. Y hubieran salido más baratos. Y no sé qué pinta un
actor como Sergi López en un papel de 5 minutos. Con alguien desconocido,
mejor. La historia no se hubiese distraído.
Claro, dirá alguien, es que el cine
es un negocio. Ya. Y un arte. Y si no ahí está “Familia”, la maravillosa
película que sobre la soledad hizo el mismo director. Una película cuyo
recuerdo hoy todavía me pone los pelos de punta. Juan Luis Galiardo se hizo eterno.
¿Y las miraditas de Benicio del
Toro? ¿Miraditas de estar más allá de todo? Cansan.
Al final, en conjunto, vislumbramos
lo mejor del film. Cada día que pasa y que nos permite ir a acostarnos es un
día perfecto. Las estupendas imágenes del final con la voz de Lou Reed, en
agradecimiento por su “Perfect Day” y ese enigmático “Uno recoge lo que ha
sembrado” de su canción, que FLA parece
querer ampliar a “Uno recoge lo que vete tú a saber quien ha sembrado”, de fondo,
repasando todos y cada uno de los hechos acaecidos durante el transcurso del
metraje, es el acertado paraguas sobre el que se recoge una película a la que
Fernando León de Aranoa no le ha cogido el punto. Aunque estuvo a punto.
Y como estos hechos, buenos, malos, como se
les quiera calificar terminan pasando sí o sí. Porque hay una fuerza resultante
de incierto resultado siempre, compuesta por infinitas fuerzas proveniente de
infinitos designios, recovecos e intenciones imposibles de domeñar, cambiar de
dirección o contravenir. Sobrevivir es lo que hacemos cada día….hasta que
llegue el día en que si pudiéramos decir algo todo tendría que ser conjugado en
imperfecto.
¡Ah, y la lluvia, que parece que
todo lo limpia! O lo embarra.
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