Es muy difícil ver películas de Ulrich Seidl
en las salas comerciales. Le dan algún premio en un festival, sale en cuatro
noticias especializadas y se vuelve a sumergir. Hasta la próxima.
En las sociedades, en todas, hay lo que se
llama la superficie y lo que se podría llamar las cloacas. Superficie y
cloacas, en los países del llamado Primer Mundo son muy parecidas. Las
diferencias en contenido son anecdóticas. Sin embargo sí hay algo que las
diferencia en la forma, y es el grado de separación entre cloacas y superficies
en cada uno de los países que pertenecen a ese primer mundo. Entre más distancia,
más represión y más hipocresía. Y suele ser en los países del centro/norte de
Europa donde esta diferencia es más grande. Esta diferencia trae como resultado
que la reacción de determinadas conciencias sea más visceral y más radical. No
es una casualidad que la pintura expresionista tenga sus máximos exponentes en
pintores del centro/norte de Europa. Sus obras son como gritos de presos que ya
no pueden soportar más su encierro. El humor irreverente y cruel de los
ingleses se podría decir que es hijo de su contención. O el odio de Thomas
Bernhard por Austria, fruto del afán del país por figurar como un país modélico.
En los países del sur esta diferencia es
menor, algunas veces mínima. Las prostitutas en las calles y polígonos españoles
es habitual, borrachos tirados por las
esquinas suele ser común y hasta zurullos entre coche y coche. Contar miserias
de España en películas sería aburrir.
Pero la conciencia centroeuropea es más
“exquisita”. Lo clasifica todo y todo lo almacena. Siguen un poco aquello de
“lo que no ves es cómo si no lo sintieses”. Pero algunos sí que lo ven y muy bien. Y lo
vomitan en forma de obra de arte. Sólo hay que leer alguna novela de Bernhard o
ver un cuadro de Egon Schiele. Pues esa
estela sigue Ulrich Seidl. Y se dedica a contárnoslo.
Viendo la película de Ulrich Seidl a nadie se le ocurriría
pensar, de no saberlo, que transcurre en Europa, el import, y en Ucrania, el export,
o al revés, porque qué más da a dónde vas y de dónde vienes si huyes de un
sitio y el otro no te complace. Uno podía pensar que es un escenario
apocalíptico. Todos los exteriores están escogidos para hacer daño,
implacablemente. Me imagino haciendo el montaje y cortando donde apareciese
algo de vida sana, de alegría, de esperanza. Y no es porque Ulrich Seidl sea
sádico si no porque no quiere distracciones. Hay gente que sufre y que sufre
mucho. Eso es lo que debe quedar claro. Y vaya si queda.
Vidas desamparadas, sin esperanza que van de un sitio a otro
por ir. Una chica huye de los siniestros resultados de un poscomunismo
desolador y termina maltratada pero resignada, sin su hija, en Austria. Un joven
a merced de todo lo malo del capitalismo huye de esa misma Austria y termina,
en una paradoja cruel, haciendo autostop en Ucrania, huyendo hacia un destino
incierto y mísero pero con el atractivo de la esperanza por lo desconocido. Una
esperanza que ya ha perdido en la modélica Austria.
Todo aderezado con vandalismo urbano, explotación sexual,
esclavismo laboral, pobreza extrema, vejez maltratada. Y sin embargo tanta desgracia
está bien trabada en estas vidas. La vemos absolutamente posible.
Los temas en Ulrich Seidl lo son todo. Casi no hay dialogo. Los
trabajos interpretativos son de un automatismo descarado, los personajes van y
vienen, no caminan. Se aparean, no hacen el amor. Cumplen con su trabajo, no son
profesionales. La fotografía es una pero podía ser otra, no marca especialmente
las escenas. El tema. El tema. ¿Y cuál es el tema?
Para explicar el tema, baste un detalle. Hay escenas en las
calles, las casas y los bares de
Ucrania. Y hay escenas en las calles, las casas y los bares de Austria. Parece fácilmente
aceptable que la miseria y la pobreza inunden las imágenes que transcurren en
Ucrania. Ya se sabe, la catástrofe de la sociedad comunista: edificios sin
mantenimiento, coches viejos, calles sin asfaltar, casas desangeladas. Pero sorprenden
las imágenes que muestran la acción en Austria. Son exactamente igual de frías. La Austria de la Filarmónica
de Viena, el Prater y la catedral de San Esteban.
Y es que quizás lo que pase, es que para el joven austriaco
que termina caminando por una carretera ucraniana todo el esplendor de Viena es
inexistente.
Y da lo mismo dónde vivas si te ha tocado ser de los
perdedores, los indefensos, los marginados. Aquí y allí, comunismo o capitalismo,
nadie se va a ocupar de ti.
Ulrich Seidl no se pregunta cómo hemos llegado hasta aquí.
En esta película nos muestra dónde estamos.
No estaría mal pasar esta película por los Institutos de Bachillerato. Tendría cabida en varias
asignaturas.
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