Cuando acaba la narración uno se alegra de la muerte del Sr. Biswas. Tanta desgracia, tanta infelicidad, mala suerte y falta de empatía con el mundo que le rodea es difícil de soportar. Cerrar el libro y pensar que este alma de cántaro va seguir por el mundo me dejaría intranquilo. Mejor muerto, que deja de padecer.
Dos hallazgos me llaman la atención nada más empezar la lectura. El acierto de llamar al protagonista Sr. Biswas desde que nace hasta que muere, en una clara metáfora de que tal como nace muere, sólo e incomprendido e indeseado. Y el otro, presentar los diálogos entre niños y adultos sin hacer distinción.
La portentosa narrativa de Naipul, incontinente, verborreica, descriptiva hasta la extenuación, cargada de intención, malévola a veces, humorística siempre, sorprendente, eleva las vicisitudes de este desgraciado ser, puro, transparente incluso en sus pecados, rodeado de infortunios, eleva a los planes y esperanzas ruinosas del Sr. Biswas a épica quijotesca, sin locura perceptible, a ras de suelo, de barro, de charcos, de hacinamiento y miseria. Todo son molinos de viento. Y Aldonza Lorenzo nunca es Dulcinea del Toboso, no ha lugar. Sólo tiene un amigo y se va a Estados Unidos.
Seguramente el Sr. Biswas no es un “alter ego” del autor pero seguro que hay jirones en carne viva de él y de más de un conocido. No se puede cincelar tanto personaje con perfiles tan claros sin un buen material. Hay tanta alma en esta historia que casi parece un reportaje sobre cualquiera de estos seres que maltrechos vemos bajar de las pateras.
¡Qué pulso el de Naipul a lo largo de las más de quinientas páginas! ¡Ni una vacilación, ni una decaída en el ritmo de la prosa!
Ese “crescendo” que se produce en el capítulo 3, “La aventura de Shorthills” es como una sacudida en el embrujo en el que uno está sumergido. Oyes a Naipul, ¡Eh, no te creas que no puedo hacer más!
En este capítulo más que seres humanos uno percibe el ronroneo de una tribu de termitas, incansables, en su ilógica, incesante y extraviada actividad. Devorando todo lo que se pone a su alcance. Y el Sr. Biswas, frustrado, criticón, inadaptado, envidioso, yendo y viniendo atrapado en una vida predestinada al mas absoluto de los fracasos.
Creo que el colonialismo no es el centro de esta historia. No hay una crítica, no hay una exposición de cómo los emigrantes nunca encuentran su lugar. Es como todas las grandes obras, algo que se eleva por encima del tema, de los temas, para dejar bien al descubierto la naturaleza humana: Envidia, rencor, egoísmos, desesperanza, falta de amor, soledad y más desesperanza.
No hay en el libro un resquicio para la salvación.
Parece que Naipul no puede enternecerse.
Colosal, esta obra maestra de la literatura.
domingo, 13 de septiembre de 2020
Una casa para el sr. Biswas de V.S. Naipul
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