En la literatura norteamericana es fácil imaginarse ahora
mismo a la Narrativa, cual reina altanera y segura de sus atractivos, viendo
como Jonathan Franzen y David F. Wallace se pasan el testigo. Como Wallace lo
toma y hace su corto pero intenso recorrido y Franzen vuelve a tomar del suelo
la antorcha y sigue su camino mientras aguarda al próximo relevista. El camino,
nuevo de Wallace, queda abierto, quien lo recorra se verá. Pero Franzen sigue
la senda abierta por los grandes narradores de la literatura norteamericana,
reflejando con sus historias la sociedad tan compleja, complicada y
complaciente que da como fruto todo tipo de manifestaciones, artísticas o no,
unas veces horribles, otras horripilantes y otras, como es el caso,
extraordinariamente humanas y repletas de sensaciones. Franzen es un Roth más
intenso, con más habilidad para las escenas dramáticas, aunque sin tanto animo
transgresor y un poco menos compasivo. Y por supuesto más ambicioso.
Libertad es una hermosa y emocionante historia de amor entre
dos seres que al final son capaces de sobreponerse a sus inclinaciones e
instintos y llegar a amar la esencia profunda del otro. Pero es, también,
muchas cosas más. Y muchas cosas aderezadas con el oficio literario de un
escritor total. Aunque dentro de los cánones. No ha osado, como Wallace, tirar
por un atajo en busca de algo nuevo.
Maneja muchos recursos literarios Franzen. Con ellos ha
pergeñado una historia que encierra una docena de historias y repleta de hallazgos
narrativos. Como cuando nos cuenta la muerte de un personaje y a continuación
narra los pensamientos de otro personaje que está pensando en iniciar una nueva
vida con la fallecida, o esa artimaña de iniciar el libro de la misma forma que
lo cierra, con una visión de la convivencia en un barrio apartado de la
vorágine urbana. Un círculo que se cierra. Un telón que cae.
El portentoso caudal narrativo de Franzen lleva en volandas
la construcción de unos personajes nítidos, perfectamente delimitados en sus pensamientos,
dialogos y hechos. Lo que le sirve al autor para darle un repaso a todo USA.
Con sarcasmo criticar a republicanos, demócratas, ecologistas, puritanos,
bohemios, jóvenes acomodados irresponsables, jóvenes traumatizados por padres
irresponsables, el abanico es inmenso. Las posibilidades que ofrece EEUU son
casi infinitas, Franzen ha abarcado un
buen montón de ellas. Lo que no le impide ponerse reflexivo y decir implacablemente:
“El
éxito en el deporte es un espacio accesible sólo a la mente vacía”
Ni que decir tiene que al leerlo me vinieron algunos nombres
a la cabeza.
Los Berglund son la familia alrededor de la cual se teje la
muestra de los últimos cincuenta años de vida en Norteamérica, estructurado de
la siguiente manera:
Inicio de la familia, breve descripción social del entorno
de su hogar.
Autobiografía de la madre de la familia.
Historia de amor con debate ecológico.
Historia del hijo, Joey, con debate y reflexiones sobre lo
que es ser judío en USA.
Historia del padre y su carrera como ecologista, con
espíritu crítico y desenmascaramiento del mismo como artículo, proclive a la
venta y al tráfico, de consumo y manipulación de masa. Un repaso a la
demografía ya la destrucción que el ser humano está causando en el planeta.
Progreso al mundo de los negocios del hijo, Joey, con la
guerra y el tráfico de armas a cuenta de la guerra de Irak, como fondo.
Recuento coral
Otra vez la autobiografía de la madre
Final de la familia, breve descripción de entorno de lo que
será su hogar, ya libres de los hijos.
Por toda la historia desfila la figura del amigo roquero,
libre e irresponsable, verdadero símbolo del título- Libertad- y zarandeador de
la familia.
No deja de ser una novela costumbrista, moral, que no pierde
de vista ciertos valores humanos. Lo que permite a Franzen profundizar en las
interioridades humanas, pasando a vuela pluma sobre descripciones de calles,
casas, parques, ciudades y entretenerse en descripciones de digestiones, orgasmos, obsesiones, sueños y
variadas cargas de la existencia humana. Todo aderezado con la maestría
narrativa de un escritor que deja frases como estas:
“Por la noche se hacia una de las cinco cenas sencillas que
ahora se molestaba en prepararse, y luego, como ya no podía leer novelas, ni
escuchar música ni hacer nada relacionado con los sentimientos, se obsequiaba
con unas partidas de ajedrez y póquer por ordenador y, a veces, con la clase de
pornografía descarnada que no guardaba ninguna relación con las emociones
humanas”
Definiendo un personaje y su estado como si fuera una
pincelada, brochazo certero, en el cuadro inmenso que es la sociedad de Estados
Unidos.
Franzen, total.
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