La desmesura de los diálogos verborreicos, y
con tendencia a la pedantería, lo que los convierte en pretenciosos y
ridículos, da una medida de lo ambicioso de la película.
Las equilibradas interpretaciones, que no buenas,
de los actores, incluido Kevin Costner, muestra la mano firme del director que
sabe lo que se trae entre manos y la historia es interesante. Pero la mezcla no
ha salido bien. A veces la película es ñoña, otras reflexiva, otras espejo de
cierta forma de entender la vida y otras simplemente es una cuidada cabalgada
hacia no se sabe dónde. Demasiadas frases haciéndose las interesantes para al
final no saber muy bien que nos quiere decir la protagonista que es sobre la
que descansa la esencia de la historia. ¿Es una luchadora?, ¿Es una altruista?,
¿Es alguien en manos del destino?, ¿Una niña de papa?
Y luego esos pequeños detalles que hunden una
historia.
Ese encuadre de la protagonista y el abogado,
en el que se la ve tan pequeña que si eres observador, ya se queda así para el
resto de la proyección y a pesar del esfuerzo por engrandecer su figura, esta
ya se queda hecha un siete.
Queda claro que los padres pueden hundir la
vida de un hijo y después arrepentirse pero Kevin Costner, llorando, no
emociona.
El hieratismo de la protagonista, seguramente
buscado, no alcanza para un símbolo pero nos aparta del ser humano que hay
detrás
Y así.
Una película irregular que en sus idas y
venidas en el tiempo parece un equilibrista que intentando que no se le caigan
las bolas, no consigue dibujar nada armonioso. Quizás por tirarlas tan altas.
Entretiene. Poco más.
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