Los franceses
en esto de las relaciones humanas siempre han estado más por la parte humana
del asunto que por la parte social. Si la idiosincrasia francesa fuese una
corriente fluvial a buen seguro que el agua que es Ozon sería un caudal que
llevaría moléculas del naturalismo de Zola y el costumbrismo de Maupassant o
Balzac. Todo su cine lo lleva.
Francia
y su forma de enfrentar estas cuestiones peliagudas según la moral imperante en
cada momento está construida sobre una fidelidad feroz a la libertad del
individuo, no en vano el existencialismo cuajó en este país de manera tan natural
que parece que lo inventaron ellos.
Hace
poco un grupo de intelectuales ante las leyes restrictivas que sobre la
prostitución se estaban estudiando publicaron un manifiesto en el que reivindicaban
el derecho de las mujeres a prostituirse si así lo desean. “No toques a mi puta”
se llamaba y lo firmaban “343 cabrones”. Un gesto que deja bien a las claras
que por sobre la hipocresía de una sociedad cada vez más manipulada, la
voluntad del ser humano y el ejercicio de su libre albedrio es lo último que hay
que reprimir. En España ese tipo de gestos por ahora son impensables.
En esta
historia sobre la identidad sexual, tratada con
la más exquisita de las naturalidades, dos seres refrenados que han
acomodado su vida a lo aceptable ven que se rompen sus frenos cuando muere una
persona querida, amiga de la protagonista y esposa del protagonista.
A
partir del fallecimiento se abre una puerta que ya no podrá seguir ignorada por
la que se filtraran recuerdos y hechos del pasado que poco a poco van
consiguiendo domeñar toda resistencia a la fuerza de unos deseos que les
asustan pero sin la satisfacción de los cuales la vida ya no tendrá sentido.
Me ha gustado
especialmente la idea que sostiene el film de que una amistad sincera obliga a
ciertos sacrificios y ocultaciones. Y de la mima manera que una convivencia conyugal
te fuerza a olvidar inclinaciones que podrían convulsionar la relación. Todo
con el mensaje de que nos limamos para acoplarnos mejor.
Desaparecida
la persona que catalizaba esas existencias, queda al descubierto el escenario
real y ante la pérdida del ser querido la pregunta: ¿Valió la pena tal
simulación? ¿Seguiremos por ese camino?
Película
de tesis, explicativa y formativa, narrada en plan educativo, sin alharacas ni
bellezas cinematográficas, con la sana intención de que le demos vueltas al
asunto peliagudo de si merece la pena ser como está mandado y respetar ciertas
normas o de si debemos dejarnos llevar por nuestro verdadero ser………….lo que se
conoce como cine francés. Que tranquilamente se podía proyectar para documentar
clases de tolerancia y convivencia.
No es
una obra maestra del cine, ni mucho menos, pero tampoco era su intención. Se
nota. Sólo es una historia de nuestro tiempo. Muy actual. Y con un final nada
confuso como he leído por ahí.
Las interpretaciones
de los actores protagonistas, irrelevantes. Él, a la fuerza tenía que
descollar. Pero sólo por eso.
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