Yo
siempre he añorado al director de “Alas de mariposa” y “La madre muerta” pero
me lo pase pipa viendo “Airbag”, así que fui a ver esta peli pensando en pasar
un buen rato y reírme con las gamberradas-verdades que me esperaba por lo que
podía entrever contemplando a los actores en el tráiler correspondiente y sospechando
de qué iba el asunto. Pero no. No me reí en ningún momento, si acaso pergeñe un
amago de sonrisa en algunos casos pero hubo más de resignado sufridor de
chistes gordos, cargados de topicazos y tipicazos. Que los hay a mansalva. Los
disfraces de los dos protagonistas son de lo chapucero, chapucero, lo más. Si
descontamos el agitanamiento de Arturo Valls.
Hacía
tiempo que no veía una película que, teniendo tantas posibilidades, fuese tan
mala. Y es que quitando unos cortos “sketches” todo es una amalgama de excelentes
componentes que dan como resultado algo entre una inconexa sucesión de
posibilidades pero sin cuajar y una excelente película que se insinúa en algunos
momentos, muy breves. Por ejemplo la escena musical en el autobús que a modo de
sueño de uno de los protagonistas nos endilga un “España, España” muy divertido
y corrosivo.
Y es que no pasa que porque pongas en la misma
cazuela jamón ibérico, queso manchego, un rape de la Costa Brava y una chuleta
de Aliste acompañada por un Ribera del Duero y todo pasado por la minipimer salga
algo excelente. Hay algo que llámese ritmo, armonía, ilación o simplemente
montaje que no sólo no ha funcionado si no que prácticamente no existe. Si
además le añadimos algunas escenas carentes de toda causalidad, que no guardan
ninguna relación con la narración y que nos recuerdan a aquel saco que Fernando
Rey llevaba en una película de Buñuel, tenemos entre manos un pastiche fílmico.
Un mal pastiche.
Llama la atención la
poca química entre los dos protagonistas, excelentes actores pero que en este
caso no han sido capaces de salirse de un encasillamiento que los llevará a la
rutina personal y al aburrimiento del respetable si siguen por ahí. A veces me
acordé de “Ocho apellidos vascos" y eso no es bueno para Karra Elejalde.
En los diálogos entre los dos daba la impresión de que estuvieran peleados y
que las necesidades del guión los obligasen a comunicarse. ¿Qué decir de Rosa
María Sarda? Lleva años y películas, unas cuantas, haciendo el mismo papel.
Estaba fuera de su encajonamiento Santiago Segura pero lástima que fuese una
copia del Dr. Strangelove y en fin todo sobrecargado y mal cosido.
De Arturo Valls no
digo nada porque su papel en Camera Café era tan extraordinario que por ahora
prefiero pensar que se está tomando un descanso entre concursos y esta especie
de caricatura de gitano que no se cree ni un venusiano que no haya visto nunca
un gitano ni en pintura.
En cuanto a la Casa
Real, deben estar contentos. Este tipo de crítica blanda les favorece mucho,
contribuye a enraizarlos en el imaginario popular. Sólo hay que acordarse del
daño que hicieron a la Casa Real británica aquellos “Sex Pistols”. Sid Vicious murió
por sobredosis y Johnny Rotten, sólo contesta si le llamas John Lydon,
mientras la reina Isabel ahí sigue viviendo a costa de todos los ingleses,
hasta de aquellos que tienen problemas para sobrevivir por sí mismos. Lo que
añadido a los años que lleva ella y su familia viviendo a costa de los demás sí
que indica talento. Un talento portentoso.
Pero hablábamos de cine. Volvamos pues al cine.
Creo, en mi modesta
opinión que Juanma Bajo Ulloa debería volver al cine de sus dos primeras películas
y dejar de seguir la estela de Guy Ritchie.
¡Ah, y la banda
sonora ya me dirá alguien, qué se pretende con ella!
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