La necesidad megalómana de Woody Allen de estar presente en
las pantallas cada cierto tiempo tiene como lógico resultado que sus productos,
al ser artísticos, una vez sean excelentes y otras veces innecesarios y otras
detestables. Como el listón de película mala lo dejo muy alto en “Vicky
Cristina Barcelona”, con una patética y tópica visión de España y una historia
irrisoria, en ésta ha marcado record en cuanto a film que no hacía falta.
Hay en la proyección aspectos valorables y algunos muy bien
resueltos y expuestos pero que no justifican ponerse a hacer otra película. La interpretación
de los actores es todo lo pulcra y entregada que las películas de Allen exigen.
Colin Firth cuaja un papel en el que se
mueve entre su acostumbrada sobriedad y las exigencias un tanto histriónicas
que muchas veces exige el director. De hecho si se mira bien las evoluciones
del Sr. Firth es muy fácil ver los modos y maneras de Woody Allen actor.
Emma Stone ha entendido muy bien al director, sin embargo
todo lo bien que lleva su parte picara y golfa de estafadora y falsa vidente lo
lleva de mal en su papel de enamorada. No convence.
La tropa de secundarios no tiene problemas para acoplarse a
un escenario casi de teatro y en una época que hemos visto en el cine hasta la
saciedad. Mi hija de 17 años enseguida se acordó del Gran Gatsby. Por no hablar
de los paisajes de la Costa Azul. A destacar el intérprete de mandolina que en
algunas escenas parecía apuntar a uno de esos secundarios de las películas de
Allen que terminan siendo memorables. Pero no. Se quedo en amago.
Lo más brillante del film son los diálogos que en algunos
momentos son ligeros, mal intencionados, con indirectas y sarcasmos deliciosos.
Pero claro, si has leído el teatro de Oscar Wilde o has asistido a la representación de algunas de sus obras.....pues tienes la sensación de estar viendo un remake. Algo que
Woody Allen no necesita, copiar.
Cuando Woody Allen se aleja de su afán de reírse de los
petulantes seres humanos y suministrarnos una cura de humildad, por un momento pareció
que esa era la intención con un personaje, el de Colin Firth, despectivo y un
tanto soberbio que pedía una lección de humildad a gritos, cuando deja de
reflexionar sobre nuestro enmarañado ego…….seguimos viendo su buen oficio pero
desaparece su estupendo genio.
Si cuenta una historia de amor y no le mete dudas,
traiciones y aburrimiento….la historia se queda ahí……..insulsa, prescindible.
Woody Allen es maliciosos, agrio, caustico….…las historias ramplonas
de amor no le van. Se le quedan en obras grises, del montón.
En fin, un ejercicio ligero, light…….con lo interesante que
podría haber sido desarrollar el papel del mandolinero hasta colocarlo a la
altura del mago chino y montar un especie de deliciosa “Balas sobre Broadway”. Pero eso hubiera sido una película sobre la
naturaleza humana que tan bien se le dan a Woody Allen y no una historia de
amor que parece ser que es lo que quería hacer esta vez. Él, que me da la
impresión que cree en las historias de amor tanto como en el credo judío. Otra vez
será.
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