miércoles, 5 de febrero de 2020
“Historia de un matrimonio” de Noah Baumbach
Esta película es una historia inclasificable, yo diría total, pues está aderezada con todo tipo de géneros. Hasta por unos instantes es un musical. No le tiembla por eso el pulso al director.
Decir que es un melodrama sería etiquetarla pero no alcanzaría para definirla en toda su riqueza. Porque la verdad es que tiene momentos cómicos, momentos simplemente graciosos, momentos dramáticos, momentos de intensidad trágica, momentos de aprendizaje de la vida, es decir recoge casi todo el espectro emocional del ser humano.
Y lo que es más relevante, toda esa ambición no la hace desmesurada, mostrándose en todo el metraje equilibrada.
Un matrimonio de artistas del teatro se va deshacer. Esta situación hay muchas formas de contarla. Seguramente las hay maquinales, las hay lacrimógenas, sentimentaloides, las hay irónicas, en fin una multitud de opciones.
En esta película se ha elegido una forma no muy original en el formato, rotura, negociación y desenlace. Pero dentro de estos tres recorridos hay ocurrencias muy originales, creatividad a raudales y verdaderas escenas teatrales.
El comienzo ya es un toque de atención: ¡Alerta, aquí parece que hay algo que merece la pena!
Y lo merece. Toda la historia se desarrolla de manera perfecta, con momentos verdaderamente “woodyallenanos”, con amor por New York incluido, que sin embargo no quitan a la cinta ni pizca de personalidad propia. No me extrañaría que le cayera algún Oscar, guión, dirección, sobre todo. A pesar de que la competencia este año es feroz.
Los dos protagonista están fantásticos. Siento debilidad por Adam Driver desde que lo vi en “Paterson” y en “Las suerte de los Logan”. Aquí no desmerece. Scarlett Johansson nunca me ha vuelto loco, pero aquí consigue una interpretación muy solida y da la replica a Adam Driver con total solvencia.
Los demás actores, secundarios, como siempre en el cine americano, no es que brillen, es que sin ellos la película pasaría de ser una joya a ser una simple piedra preciosa.
Esas escenas, que deben ser complicadísimas de montar, con una cantidad elevadas de actores moviéndose, haciendo su papel, siempre me ha parecido lo más cercano a un ballet o a una orquesta sinfónica que se puede ver en el arte cinematográfico. Aquí hay varias. Y eso no se consigue realizar perfectamente si todos y cada uno de los actores y no actores no son unos virtuosos de su trabajo.
Brillantísima película. A ver que pasa en los Oscar.
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