El bien intencionado libro de Tony Judt está lleno de argumentos, disquisiciones, conclusiones, recetas cargadas de buenos deseos, muy razonables, muy encomiables, muy lógicos. Todo el texto encaminado a conseguir que nuestro mundo tome el sendero de la concordia, la convivencia, la justicia y la igualdad de oportunidades.
Todo está escrito con convencimiento, en un lenguaje llano y todo se apoya en el único actor que puede llevarlo a cabo. El hombre.
Pero hay un fallo en la intención de Judit, un fallo que será el causante de que tanta buena intención quede en nada. Y eso es así porque él parte de un supuesto falso: El hombre es bueno.
No lo es.
Y me parece aquí irrelevante si nace bueno y las circunstancias lo convierten en malo o de si nace decididamente malo, porque tanto en una opción como en la otra, dado que las circunstancias van a estar ahí, el hombre será malo. Es malo. Capaz de hacer daño a sus semejantes con el argumento de múltiples y variopintas razones. Y basta con contemplar la historia, toda, la reciente también.
Esta opinión equivocada lleva a Tony Judit a hacer afirmaciones en el libro que la realidad demuestra equivocadas.
Por ejemplo, en la página 182,
“Una población menos estratificada también está mejor educada: aumentar las oportunidades para los que están abajo en nada empeora las perspectivas de los que ya están bien situados”
¿De verdad?
Que le pregunten a los trabajadores del primer mundo que llevan unos cuantos lustros padeciendo la mejoría de oportunidades de los trabajadores del tercer mundo. O siendo más prosaico: ¿Poner más ingenieros en la calle no complica la vida los que ya lo son?. O más cercanos: ¿No está sufriendo la clase media/baja española el embate de la mano de obra emigrante? O con historia: ¿Se podría hoy tener en casa media docena de sirvientes sólo pagándoles la comida y la cama como hace medio siglo?
El pastel siempre es el mismo y si más gente coge trozo, menos toca a cada uno. Y eso lo sabe la clase poderosa y por eso se agarra con uñas y dientes a sus privilegios y sólo los suelta cuando no tiene más remedio… somos malos.
Se le agradece a Tony Judt la buena intención, pero ya ve…..
Otro ejemplo, en la página 183,
“El egoísmo resulta incomodo aún para los egoístas”
Seguramente. Pero no debe resultar muy incomodo o si resulta, nadie decide dejar de serlo porque si lo hiciera piensa que se vería perjudicado. Así que prefieren vivir con esa incomodidad y seguir siéndolo. De ahí que haya tanto egoísmo… somos malos.
Otro ejemplo, en la página 183,
“De ahí el auge de las comunidades cerradas: Los privilegiados no quieren que se les recuerden sus privilegios”
Error. Viven en comunidades cerradas para no ser molestados y vivir seguros con sus riquezas y el hecho de vivir en ellas les recuerda permanentemente su estado de privilegio. Cosa que indudablemente les encanta.
El hombre del que habla Judt indudablemente existe, sólo hay que ver las conquistas sociales conseguidas, en Occidente sobre todo, pero desgraciadamente no suelen estar en puestos de poder, precisamente por esa condición. En esos puestos suele estar otro tipo de hombres y mujeres. Y es que la naturaleza humana tiene una muestra de tipos y clases de seres humanos de lo más variado.
Y una prueba de esa variedad que vuelve débil su planteamiento y lo convierte en un acto de buena voluntad se puede contemplar en las entrañas de su propio libro. Una variedad que ha utilizado el destino, siempre cruel, para burlarse un poco, cosa que hace casi siempre, de los ingenuos y bienpensantes.
El capítulo 6 que se llama, “¿Qué nos reserva el porvenir?”, en la página 185, está encabezado por una larga cita que empieza:
“El éxito de la democracia de la posguerra radica en el equilibrio entre la producción y la redistribución, regulada por el Estado. Con la globalización este equilibrio se ha roto…….”
Y acaba:
“El crecimiento se opondría a la redistribución; el círculo virtuoso se convertiría en círculo viciosos”
Una cita muy juiciosa de ¡Dominque Strauss-Kahn!
Sí, el expresidente del FMI, que estando en New York, por cuestiones de trabajo, una mañana tuvo la ocurrencia de intentar violar a una camarera del hotel en que se hospedaba…somos malos.
Ya lo sé, su líbido no debe interferir en sus conocimientos de los mercados internacionales, pero queda feo que en un libro con tanta buena intención, aparezca una cita de semejante ser humano. A los editores del libro les recomendaría que para próximas ediciones tuvieran a bien retirar esa cita. Seguro que hay alguna de algún otro lumbreras de la economía que por las mañanas, al levantarse, espere que se le baje “la trempera matinera” por su natural y no a costa de una camarera.
Ni el autor, ni el libro se merecen esa burla del destino a costa de la naturaleza humana. Todo lo que en él se dice es valido y constructivo y podría ser el camino hacia un mundo mejor si todos los hombres de buena voluntad lo dirigiesen, pero suele pasar lo contrario. Lo dirigen hombres que sobre todo quieren un mundo mejor… para ellos y los suyos.
En la realidad los malos siempre ganan o si no lo hacen, se quedan en empate. Nunca han perdido, no sé por qué van empezar ahora.
Eso es así, no sólo porque son malos, también son los más inteligentes. Y si no lo son, contratan a los mas inteligentes, que viene a ser lo mismo. Para eso tienen el dinero…para seguir teniéndolo y si es más, mejor.
Malos de matar… también matamos mucho.
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