A la Historia que nos escriben. No a la Historia en sí, que
transcurre por donde ella, según secretas instrucciones, le apetece. Y nadie la
puede parar.
La Historia la escriben los vivos. Eso ya debería darnos
alguna pista. Quizás un punto de compensación sería pensar como escribiría la Historia uno
de los muertos, de los vencidos, y dejarse llevar por la solidaridad, la
compasión. El vencido podría haber sido el historiador vivo, el vencedor.
Hace unos días leí un tuit de una chica que venía a decir
que siendo licenciada en Historia se acababa de enterar debido a un libro que
se ha editado estos días, del cual ha hecho publicidad alguna televisión, no
todas, de la existencia de campos de concentración franquistas (El libro se llama “Los campos de
concentración de Franco” de Carlos Hernández de Miguel). De cientos de campos.
¿Qué cómo podía ser eso? Se extrañaba.
A mí no me sorprendió
demasiado. Aunque el asunto sea de escándalo teniendo en cuenta el
volumen de campos de concentración que hubo. No se trata de una batalla de
nada, ni de un suceso mínimo, si no de cientos de campos de concentración.
Otra vez volví a pensar en lo raquítica que es nuestra
literatura de investigación y nuestro afán por ocultar los hechos que no nos
parecen bien, que nos avergüenzan. Como si eso sirviera para que no hayan
existido.
Pero, bueno, yo lo sabía y gracias a mi incesante curiosidad
y mi avaricia lectora estas cosas no me pasan.
¡Ah! ¿No?
Qué petulante.
Estos días se exponen en el MNAC de Barcelona unos cincuenta
cuadros del pintor Bartolomé de Cárdenas, nacido en Córdoba en 1445 y muerto en
Barcelona en 1501, conocido como “El Bermejo”.
Hace muchos años que sigo la pintura, mi casa está bastante
bien abastecida de libros sobre pintura y he visitado museos de todo el mundo.
Pues bien, yo nunca había oído hablar de este pintor.
De hecho no hubiese ido a ver esta exposición en condiciones
normales, un pintor del siglo XV poco podía atraerme, dado que me imaginaba
motivos bíblicos a tutiplén, retratos de personajes del momento o paisajes mil
veces vistos.
Pero hubo algunas cosas que me atrajeron cuando leí la
noticia. Nunca había oído hablar de él, su mujer había sido condenada por actividades
judaizantes y además en su momento tuvo fama de poco responsable. Esta es una
acusación que se suele hacer cuando en un sistema cicatero y autoritario
alguien tiende a rebelarse y no ser sumiso. Y las fotos de alguno de sus
cuadros.
Nada más entrar en la exposición me encuentro con un
Jesucristo vestido con su habitual “pañal” en actitud sufriente. Pero, ¡Coño!,
es un pañal transparente, a través del cual se ve claramente el divino pene.
O sea, Jesucristo en un cuadro del siglo XV enseñando la
polla. ¿Así que un pintor poco responsable?
Después ya contemplé la exposición disfrutando de los
cuadros de un hombre que, irresponsable o no, seguramente tuvo muchos problemas
con lo “correctamente político” del
momento y con la sumisión. Al que le debió costar mucho imponer en su pintura
su punto de vista.
En esta muestra hay muchos cuadros religiosos pero muy pocos
rostros expresando devoción, arrobo o adoración. Sus rostros son tremendamente
emocionales y casi nunca es la felicidad lo que asoma a sus faces. Llaman la
atención las posturas y disposiciones de muchos de estos personajes,
francamente arriesgadas y provocativas, para la época. Véanse las dos fotos del
principio, que son los rostros de los dos ladrones que acompañan a Jesús en la
Crucifixión.
Esto junto a una técnica vanguardista en aquel momento en el
trato de los colores convierte a este pintor en uno de los más estimulantes que
yo haya podido ver de esa época. Un pintor que también te hace pensar que
tampoco es que en quinientos años la pintura haya evolucionado tanto. Un pintor
que seguramente batalló toda su vida con los meapilas, entreguistas y sumisos
del momento que apreciaban su talento pero no su persona Las razones las
entreveo. Sólo saber que su mujer fue condenada por actitud judaizante es toda
una pista.
Y ahora viene la reflexión sobre la Historia.
Echar un vistazo al pasado no es algo que se pueda hacer “in
person”, uno se tiene que guiar por lo que cuentan. Nadie hablaba de los campos
de concentración de Franco hasta que una de sus víctimas escribió un libro.
Sería una buena manera de conocer la historia oyendo lo que cuentan los
vencedores como si uno fuese uno de los derrotados, poniéndole todo el
escepticismo del mundo y buscando el contraste.
Si uno lee las gestas de los romanos y se imagina que es uno
de los hispanos derrotados y sometidos por ellos, la historia adquiere otro
matiz mucho más interesante y esclarecedor. Y alimenta el espíritu inquisitivo.
¿Cuántos Bermejos hay sepultados en nuestra historia?
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