Seguramente de todos los libros escritos por Gay Talese,
este es su libro menos “suyo” y con toda probabilidad el escrito de manera más
incomoda y vacilante de toda su trayectoria como reportero de la vida humana,
sobre todo norteamericana, del siglo XX.
La forma en que el proyecto llego hasta él no es la única
razón para el aserto del párrafo anterior si no el hecho de que no pudo hacer,
como acostumbra, ese trabajo creativo, con materia real, de un escenario
social, antropológico, nada dado al chismorreo y sí al dato veraz y comprobable
por la sencilla razón de que los hechos narrados en este libro son chismorreo y
algunas de las cosas poco comprobables.
Entonces, ¿Por qué lo escribió?
Seguramente porque se sintió atraído por la historia y por
el ser humano que había tras ella.
Un buen día recibe una carta en la que un individuo le
cuenta que es propietario de un motel, en el que ha hecho una serie de reformas
sobre las habitaciones, de manera que puede pasearse por encima de ellas, cual
diablo cojuelo, y expiar a sus clientes en sus actividades más intimas. Y que
lleva haciéndolo años.
Evidentemente hay una historia detrás de este personaje,
unas implicaciones sociales y reflexiones sobre la naturaleza humana, así que
¿Por qué no hacer un libro?
Y lo hizo, e intenta imbricar al personaje dentro del
escenario social del momento, narrar como fue su vida, sus ambiciones, sus
sueños, intenta convertirlo en un precursor de esta sociedad tan vigilada y
observada que tenemos ahora, nos habla de sus padres, de la trayectoria vital
del personaje, de sus esposas e incluso intenta ligar los sucesos con los
narrados anónimamente en “Mi vida secreta”, biografía ambientada en la
Inglaterra victoriana del siglo XIX en la que su narrador nos cuenta todo tipo
de experiencias sexuales vividas por él, en un afán por darle consistencia a lo
que podría haber sido, con más acierto y lógica, un capítulo o una adenda a su
libro “ La mujer de tu prójimo” , puesto que tanto este libro como las
actividades del “voyeur” nacen del mismo deseo, el de que la vida sexual de los
seres humanos deje de ser un tabú. En el caso del primer libro por el camino de
la practica y en el del segundo por la observación.
Sólo como apéndice de este libro, “El motel del voyeur”
hubiera tenido sentido.
Solo, se convierte en algo enclenque y más individual que
social, centrado en las peripecias individuales de un mirón, sin proyección
sociológica y sin implicaciones costumbristas. Lo que no le permite a Gay Talese
hacer eso que caracteriza sus libros-reportajes: Darle ese carácter sociológico
que convierte a sus libros en testigos de un país, de un mundo y de una época.
Si a esto le añadimos las dudas sobre la veracidad de los
hechos, las fechas indicadas por el voyeur y eso de que Gay Talese no encuentre
datos sobre la posible victima de asesinato de la que el mirón fue testigo,
pues tenemos una obra menor, muy menor, de Gay Talese.
Que desmerece el valor del resto de sus libros. Sin ninguna
duda.
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